sábado, 24 de marzo de 2018

¡GAME OVER, TÍO!

Netflix ha decidido apostar por las comedias de tono gamberro por excelencia de Adam DeVine, y aquí estamos el resto de los mortales para tragarnos eso así que la gran pregunta es: ¿debemos tan siquiera pararnos a ver esta nueva película?

Llega la crítica/reseña sin spoilers de ¡Game over, tío!, así que, usando jerga de videojugadores, ¡game on!

La trama, para empezar, ni tan siquiera va de videojuegos, hay que dejarlo claro. Luego, tira con el mismo argumento que aquella inteligente y fresca La jungla de cristal, usando un humor estúpido, gamberro y barato que apenas llega a sacar carcajadas a menos que sean forzadas. A ello se le suma el desarrollo de la historia: es plano. Todas las situaciones son llegadas a manos de otras situaciones bastante forzadas y casi por obligación, sin llegar a tener mucho sentido. No obstante, a veces su humor irreverente va acompañado de escenas altamente vergonzosas y realmente bochornosas, llegando al punto el cual puede llegar a ser incluso obsceno. Ah, y no olvidemos que es de las películas más predecibles y realmente poco disfrutables de ésta década.

A parte, lo curioso que puede llegar a ser la cinta es que no se corta ni un pelo con ninguna de sus situaciones: va al grano con una trama sosa carente de mucho sentido, donde el guión avanza torpemente a una aventura fuera de tono y fuera de... bueno, absolutamente todo, para que engañarnos.

Con los personajes, nos encontramos a un trío de actores protagonistas que más bien hacer las cosas correctamente las hacen de manera incoherente, afectando así al guión, que si ya avanza torpemente, gracias a este trío sin la más mínima química posible, avanza todavía de forma absurda y surrealista. Otra cosa que no hay que obviar es que son planos y, aunque comparten un objetivo, les es imposible acceder a él, ni tan siquiera poner en marcha la manera de llevarlo a cabo. El villano, génerico y esquemático, te ves venir sus intenciones y su manera de ser desde el principio, aguando el factor sorpresa de manera abrupta y horrible.

Y los eternos secundarios, aquellos que están pero prácticamente no vemos y de la misma manera que les vemos de la misma manera les olvidamos. Un caos en toda regla.

Kyle Newacheck dirige esta tonta producción carente de vida e ilusión que quería tener, pero casi que va a ser que no. Al igual que sus efectos especiales, cargantes y sobreusados. Vamos, que es todo un señor lío.

¡Game over, tío! es mala, de principio a fin: no hay nada salvable, tres chistes malos que te sacan una risa porque son inesperados, efectos cargantes y el peor trío dinámico de comedia sin química. Este film hace honor a su título: fin de partida, y es por ello por lo que esta película debería haberse quedado tal y como está, una idea absura que nunca debió ser concebida.

"¿Cómo he podido seguir a un pringado como tú durante años?"

Nota: 3/10

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